Ratificando que el Islam y la democracia como se concibe en Occidente son irreconciliables y antagónicos, noventa predicadores y estudiosos islámicos de diferentes países musulmanes, Arabia Saudita, Yemen, Sudán, Bahrein, Kuwait y Líbano entre otros, emitieron una declaración conjunta donde alaban y dan su apoyo a las revoluciones populares que derrocaron a las dictaduras de Túnez y Egipto, a la par que fustigan a la democracia.
Al- Arabiya el canal de televisión en lengua árabe que transmite noticias las 24 horas desde Dubái, Emiratos Árabes Unidos, dio a conocer en su versión impresa online, la declaración -de la que obtuvo una copia- donde se transcribe parte del documento que criticó a Zein El Abedin Ben Ali y Hosni Mubarak, los ex presidentes de Túnez y Egipto, respectivamente, por humillar y arrastrar a sus pueblos a una situación de pobreza extrema.
En el informe se vaticina que a partir de ahora se verá el “alumbramiento de una nueva era de justicia y libertad”. La declaración también señaló el papel de los otrora presidentes en la corrupción política, administrativa y financiera que prevalece en sus países, así como la tortura de prisioneros.
En el manifiesto de los predicadores y ulemas, en el que se omitió naturalmente señalar los atropellos análogos y aún mucho peores a los ciudadanos de los países islámicos regidos por la Sharia, se criticó el llamamiento de los revolucionarios para alcanzar democracias plenas. Los clérigos advirtieron que la democracia permite al pueblo tener la última palabra en los asuntos de sus países, hecho que conduce a la prevalencia de varias prácticas anti- islámicas
“En las democracias, la gente puede votar por las cosas que están prohibidas en el Islam como el establecimiento de burdeles, lo que permite la homosexualidad, el consumo de alcohol, y la usura, y la prohibición de la llamada para la oración o el velo.”
La alternativa, según ellos, es aplicar el concepto de la “shura”, (consulta para la toma de decisiones en las sociedades islámicas) sólo en los temas que son sancionados en el Islam, mientras que los asuntos prohibidos deben estar fuera de la cuestión.
Los signatarios de la declaración exhortaron a las mujeres de Túnez para volver al Islam después de la salida de Ben Ali, quien promovió la laicidad, y empezar a acatar el código de vestimenta islámico que fue prohibido por el depuesto presidente.
Existe un pensamiento extendido y erróneo de suponer que las justificadas revueltas en los países islámicos, cruel y ferozmente reprimidas y con cientos de muertos y heridos como vemos en los casos emblemáticos de Egipto Irán y Libia por ejemplo, conllevarán el advenimiento de sistemas democráticos cabales. En el caso del país africano bajo la férula del dictador Muamar al Gadafi desde hace 42 años, su hijo y heredero, Saif al Islam al Gadafi, formado en la London School of Economics de Gran Bretaña y supuesto demócrata, ordenó bombardear a su propio pueblo en Trípoli para sofocar la sublevación.
Por su visión miope de la naturaleza del Islam, Occidente se ilusiona con la irrupción de la democracia en los países islámicos. Lamentable y paradójicamente, el derrocamiento de las tiranías, coadyuvará al fortalecimiento de regímenes teocráticos y fundamentalistas.
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