La tecnología del “código de barras” genético, que permite la identificación de especies gracias a pequeñas porciones del ADN, está viviendo una “explosión” de usos en todo el mundo, advirtió hoy un grupo de científicos internacionales.
Las pruebas del “código de barras” genético permite detectar fraudes alimentarios (especialmente en pescados), conocer con mayor detalle la cadena alimentaria de los ecosistemas o saber qué animales vivieron en las zonas árticas hace decenas de miles de años, explicó a Efe el científico Jesse Ausubel.
Ausubel, presidente del programa Código de Barras de la Vida (iBol, por su sigla en inglés), señaló que “a corto plazo el principal impacto del código de barras genético se refiere al fraude y seguridad con respecto a la venta de productos marinos”.
“La técnicas del código de barras se ha utilizado ya para comprobar el origen y seguridad de los productos marinos en Canadá, Estados Unidos, reino Unido y España. En todos los lugares, entre el 10 y el 15 % de los productos marinos están etiquetados de forma equivocada” afirmó Ausubel.
El código de barras genético, que se inició en 2003, permite identificar de forma rápida y barata especies gracias a pequeñas muestras del ácido desoxirribonucleico, en vez del más costoso y lento proceso de analizar toda la cadena del ADN.
En la actualidad, la Universidad de Guelph (Canadá) mantiene la Base de Datos del Código de Barras de la Vida que contiene los datos genéticos de 167.000 especies. La base de datos es abierta a científicos de todo el mundo para identificar rápidamente especies.
Esta técnica ha permitido también identificar especies a partir de muestras parciales de ADN, lo que está posibilitando analizar moléculas generadas hace miles de años.
La investigadora noruega Eva Bellemain señaló que “en el Ártico los fósiles son escasos y lleva mucho tiempo encontrarlos y analizarlos. Sin embargo, el ADN es una molécula muy resistente. Lo tiene que ser para cumplir su propósito desde hace más de mil millones de años”.
“Increíblemente, puede sobrevivir en el suelo durante decenas de miles de años y permanecer prácticamente intacta”, añadió Bellemain.
Bellemain, junto con otros 450 científicos de todo el mundo, participará a partir del lunes en la ciudad australiana de Adelaida en la cuarta Conferencia Internacional del Código de Barras en la que se analizará el presente y futuro de la técnica.
“Si Sherlock Holmes estuviese vivo hoy en día sería un usuario del código de barras. La idea de que ahora se puede saber si un mamut estuvo en un lugar determinado porque orinó en el suelo hace 25.000 años es increíble”, explicó Ausubel.
Por su parte, el científico David Schindle, secretario ejecutivo del Consorcio del Código de Barras de la Vida (CBOL, por su sigla en inglés), del Instituto Smithsonian de Washington, dijo a Efe que los últimos avances permiten separar muestras mezcladas de material genético.
“Esto nos permite reconstruir la cadena alimentaria: quién está comiendo qué gracias a muestras fecales”, dijo Schindle.
Los científicos esperan que en los próximo cinco años la base de datos del código de barras genético esté compuesto por 500.000 especies de plantas, animales y hongos, lo que transformará las ciencias biológicas.
Según Schindle y Ausubel, el uso de la técnica del código de barras genético, con sólo ocho años de existencia, está “explotando” en todos los campos e incluso en las escuelas, donde muchos estudiantes utilizan la técnica para sus proyectos científicos.
Para Schindle, uno de los campos donde más se utilizará en el futuro es el de la calidad del agua.
“Antes eran necesarias semanas o meses para analizar los organismos presentes en el agua y determinar su calidad, ahora sólo se necesitan unas pocas horas a una fracción del costo gracias al código de barras”, dijo Schindle.
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