Una esperanza transformada en "ira" y "frustración" que el Partido Republicano, apoyado por el movimiento "ciudadano" ultraconservador Tea Party, ha sabido capitalizar en unas elecciones que muchos analistas calificaron de "referéndum" sobre la política de Obama.
Washington. - En cierto momento de la noche electoral en Estados Unidos, las cifras empezaron a dejar de tener importancia para la Casa Blanca. Y es que, tras confirmarse la victoria republicana en la Cámara de Representanes, a pesar de que los demócratas lograron retener el Senado el mensaje más temido resultaba ya imposible de ignorar: los ciudadanos votaron para pararle los pies al presidente Barack Obama.
El actual inquilino de la Casa Blanca no será el primer mandatario estadounidense obligado a gobernar en minoría. Ya sus predecesores Bill Clinton -con el que más se lo identifica- o el republicano Ronald Reagan, por no retroceder demasiado en la historia del país, se vieron obligados a hacerlo, incluso con minoría en ambas cámaras, informó DPA.
Y lo que es más importante aún de cara al ya no tan lejano futuro: pese a ello, lograron la reelección presidencial dos años más tarde.
Pero estos antecedentes históricos constituyen, en todo caso, un triste consuelo para un Obama que logró una aplastante victoria - Capitolio incluido- hace casi exactamente dos años con una ambiciosa agenda y promesas de "cambio" y "esperanza", los lemas de su campaña.
Porque tras casi dos años en que, pese a los ingentes esfuerzos -e inversiones, a costa de la cada vez mayor deuda nacional- del gobierno por salir de la peor recesión de Estados Unidos desde la Gran Depresión, la economía sigue sin repuntar y el desempleo roza el diez por ciento, toda esa "esperanza" y confianza en el "yes we can" proclamado por Obama se ha desvanecido en buena parte del país.
Una esperanza transformada en "ira" y "frustración" que el Partido Republicano, apoyado por el movimiento "ciudadano" ultraconservador Tea Party, ha sabido capitalizar en unas elecciones que muchos analistas calificaron de "referéndum" sobre la política de Obama.
Y no es que el mandatario no lo haya intentado. El mismo martes de las elecciones Obama concedió una media docena de entrevistas radiales dirigidas sobre todo a la juventud, a la que pidió acudir a las urnas para "respaldar" su proyecto de gobierno.
No fue suficiente.
A la par, sin embargo, previendo la debacle que se le avecinaba, Obama comenzó a tender tímidamente una rama de olivo a la oposición.
Apenas unas horas después de que se confirmara la victoria republicana en la Cámara baja, Obama llamó al republicano por Ohio, John Boehner, el más probable candidato a presidirla, para reiterarle su esperanza de "poder trabajar con los republicanos para encontrar un terreno común", dijo la Casa Blanca en un comunicado.
Unas palabras que repitió este miércoles, en su primera comparecencia pública tras la debacle electoral demócrata.
"Estoy anisoso por sentarme con los miembros de ambos partidos para ver cómo podemos avanzar juntos", aseguró Obama y, en un cierto mea culpa, reconoció que incluso él debera trabajar "más duramente para construir un consenso".
Buena suerte con eso, pensarán muchos analistas. Porque si algo ha dejado claro el Partido Republicano, tal como ha acusado el propio Obama, es que su principal objetivo es "derrocar" al presidente.
"Estos no son tiempos para compromisos. Y nosotros no vamos a hacer compromisos sobre nuestros principios", advirtió hace poco Boehner.
"El pueblo estadounidense le ha enviado esta noche (a Obama) un mensaje inconfundible: cambie el rumbo", repitió el martes.
Y sus palabras no son una amenaza vacía. Porque de lograr la presidencia del Congreso Boehner, considerado la "némesis" de Obama, se convertiría de ese modo en el tercer hombre más importante del país, detrás del mandatario y de su vicepresidente Joe Biden.
Las primeras reacciones de algunos nuevos victoriosos senadores del Tea Party tampoco dejan lugar a dudas.
"Tengo un mensaje alto y claro: íHemos venido a recuperar nuestro gobierno!", proclamó uno de sus líderes más visibles, Rand Paul, al celebrar su victoria en la carrera al Senado por Kentucky.
"Esta noche hay un maremoto del Tea Party y les estamos enviando un mensaje de cordura fiscal, de un gobierno constitucionalmente limitado y de presupuestos equilibrados", advirtió.
Algo que no podría estar más alejado de la agenda de Obama, que ahora no solo deberá lidiar con la peor situación económica en más de una generación y dos guerras también heredadas, sino que encima tendrá que afrontar una poderosa oposición que ya en los dos últimos años dejó claro que su primera reacción a cualquier propuesta de la Casa Blanca es "no".
El propio Obama se adelantó hoy a los escépticos.
"No estoy sugiriendo que (el acercamiento) vaya a ser fácil ni voy a pretender que lograremos superar cualquier diferencia o resolver todos nuestros desacuerdos", admitió.
Pero en vista de la fuerte "polarización" de demócratas y republicanos en los últimos tiempos, expertos como el politólogo John Fortier ni siquiera creen ya en un acuerdo de mínimos, sobre todo teniendo en cuenta la "inminencia" de la próxima y más grande aún campaña electoral, la presidencial.
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