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25 nov 2011

Trabajadoras sexuales en el centro de Maracaibo: de la pobreza a la prostitución

No es lucrativo: en 2010, su ingreso promedio era entre Bs. 500 y Bs. 1400 mensuales. Su percepción de la vida está marcada por la ausencia de oportunidades

Tres ubicaciones históricas del centro de la ciudad son el escenario de la mayoría de la acción. En la esquina de la compañía de teléfonos merodean las más novatas. En los alrededores de la plaza Bolívar, las de mayor experiencia. En el Paseo Ciencias, construido sobre las ruinas del extinto Saladillo, se encuentran las de edad intermedia.


Entre el ajetreo de comerciantes y la burocracia de los edificios aledaños, laten las historias humanas de mujeres que, ante los embates de la pobreza y hogares rotos, deben vender sus cuerpos para poder sobrevivir en Maracaibo.

Desde el Instituto de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, las sociólogas Neritza Alvarado y Yalaine Romero se dedicaron a investigar las condiciones sociales, económicas y psicológicas en las que transcurre la vida de unas 70 trabajadoras sexuales del centro de la ciudad.

Por medio de la Congregación de las Hermanas Oblatas –un grupo religioso– pudieron trabajar directamente con unas 15 mujeres y constatar que la pobreza fue un factor determinante para que tomaran la decisión de trabajar en esta antiquísima profesión.

“La razón que la mayoría de ellas da para justificar el oficio en el que trabajan son las condiciones de pobreza crítica en la que se encuentran, así como las truculentas historias familiares. Aunque ellas desean un estilo de vida y trabajo mejor, e incluso ser microempresarias, las escasas oportunidades de encontrar un empleo formal las han llevado a esto”, asegura la profesora Alvarado.

De acuerdo con la socióloga, familiares, amigas o allegadas a la familia usualmente inducen a las mujeres en este mundo. Las entrevistadas aseguraron que la vinculación de los conocidos o familiares fue determinante para entrar al trabajo sexual.

Una comparativa entre la remuneración de un trabajo informal y la fuente de ingresos que la prostitución puede generar les bastó a muchas para tomar la decisión.

El enlace entre el trabajo sexual y la pobreza se evidencia de forma contundente al revisar las condiciones de vivienda de la mayoría de estas trabajadoras. Habitan en viviendas modestas, propias, pero de condiciones inadecuadas, con un máximo de tres ambientes.

En su mayoría, reciben servicios públicos de forma deficiente o clandestina. Hasta 8 personas habitan en una misma vivienda. El hacinamiento crítico es una característica común, pues el número de cuartos para dormir es insuficiente con relación al número de personas que ocupan la vivienda.

Entre el grupo que frecuenta el centro de Maracaibo, la edad promedio –sorpresivamente– es de 45 años. Buena parte de estas mujeres inició su labor en edades adultas, y suelen continuar hasta más allá de los 50 años. La más joven de este grupo apenas tiene 18 años.

En cuanto al ingreso mensual, para el momento de las entrevistas (desarrolladas entre 2009 y 2010), las profesionales del sexo devengaban entre Bs. 500 y Bs. 1.400. Gran parte de sus recursos van hacia la alimentación, servicios públicos y educación de sus hijos.

Atienden, en un día promedio, de 1 a 3 clientes, lo que puede generarles entre Bs. 50 o 150 diarios. En ocasiones se ven con algún cliente especial o fijo, quien usualmente paga un poco más, con lo que el ingreso diario puede subir a Bs. 300.

Punto Histórico

Desde el siglo XIX, la prostitución está presente en la Plaza Bolívar, por ser un centro de comercio y tránsito peatonal. Aunque la posmodernidad designa al centro comercial como el nuevo punto de congregación humana, un constante flujo de personas sigue atravesando a diario este espacio cívico, así como el Paseo Ciencias y otras zonas del casco histórico.


Es allí donde las trabajadoras sexuales –quienes prefieren este término antes que “prostituta”– escogen ejercer su labor, por ser un lugar de fácil acceso donde muchos hombres transitan y en donde pueden encontrarse con sus clientes habituales.

Como parte de la doble vida que muchas de ellas llevan, no es inusual que porten alguna carpeta o documentos como una especie de utilería. Si llegan a encontrarse con algún conocido o familiar, para disimular su presencia en ese espacio dirán que están realizando algún trámite en cualquier ente público de los que abundan en el centro de la ciudad.


En la mayoría de las entrevistadas por la profesora Alvarado, el trabajo sexual era la principal actividad laboral, aunque algunas complementan su salario con trabajo doméstico o ventas informales.

Su jornada de trabajo alcanza, como máximo, unas 8 horas. En este grupo, el horario de trabajo –paradójicamente– no es nocturno: siguen un horario similar al de cualquier oficina. “De esta forma, evitan el riesgo que representan los carteristas, alcohólicos y drogadictos que plagan el sector durante las noches”, explica la profesora.


Otra de las razones para frecuentar los espacios del centro de la ciudad es la ubicación de casas de citas –formales o informales– en las inmediaciones. La descripción de estos insalubres lugares salta a la vista en el informe final que elaboraron las investigadoras.


“Estos hoteles son lugares muy deplorables, inhóspitos. Los más frecuentados son antiguos, de estructuras coloniales, cuyas habitaciones tienen una iluminación escasa. Las paredes están agrietadas y desconchadas. Las camas tienen base de concreto. No hay agua por tubería. El baño no tiene puerta. El espacio es reducido, con la ducha oxidada, las paredes llenas de moho y el inodoro manchado. Las sábanas de la cama están desgastadas y desteñidas”.

El lado humano

Durante el trabajo de campo de esta investigación cualitativa –a través de la técnica de la entrevista– se exploró también la identidad de este grupo de mujeres y el imaginario que construyen sobre sí mismas, su entorno y su contexto.

El hecho de enfrentar sin ayuda sus dificultades las ha hecho sentir fuertes, explica la profesora Alvarado. Muchas de ellas tienen hijos, y le guardan gran estima al hecho de poderlos sacar adelante sin la ayuda de nadie. En función de esto, se enorgullecen de sí mismas.

Su percepción de la vida está marcada por las frustraciones e inestabilidades emocionales y psicológicas que la vida les ha dejado. Los sufrimientos en su entorno familiar, sus frustraciones al no haber podido aspirar a un mejor futuro y su arrepentimiento ante las relaciones de pareja”, explica.

“La vida es muy bonita pero tiene muchos caminos con espinas que hay que atravesar”. Con esta simple reflexión, una de las entrevistadas define su visión sobre el camino que ha trazado. Las espinas, en este caso, hacen referencia a los turbios momentos que han resultado en la escogencia de esta labor.

Para una mujer que vende su cuerpo –o alquila según la percepción de ellas–, el concepto del amor tiene una relación directa con la presencia del hombre. De acuerdo con la interpretación de las investigadoras, el concepto amoroso se define a través de los sentimientos de pareja o su ausencia.

En la mayoría de los casos, se constató la ausencia de la figura masculina o paterna en el núcleo familiar, lo que ha incidido en la manera de relacionarse con su entorno y en la manera de ver el mundo.

Las relaciones amorosas tradicionales, como el matrimonio o la convivencia en pareja, les recuerda al dolor. Aunque estar con una pareja les ha causado daño, su recelo no es contra el amor, sino contra los hombres. No causa sorpresa que ellas manejen, en su ideario, un concepto negativo de los hombres.

Las proyecciones de futuro que se hacen estas mujeres, explica, no incluyen llegar a ancianas en las inmediaciones del casco central como trabajadoras sexuales.

Idealizan que “dentro de unos años” quieren abandonar el estilo de vida para dedicarse a las actividades del hogar, a sus nietos y sus hijos. Aluden a una especie de “jubilación” que llegará a liberarlas de las penurias. Así, las trabajadoras del sexo se mantienen en un círculo vicioso, en la dualidad entre lo que las limita y que, a la vez, las mantiene allí.

Líneas de acción urgente

A raíz de este estudio, las investigadoras postulan una serie de líneas de acción para adecuar la situación de las trabajadoras sexuales a los cánones mínimos de los derechos humanos. Algunas de estas directrices son:

* Considerar el trabajo sexual como un problema estructural y entender que la solución debe partir de esfuerzos compartidos: Estado, sociedad civil y sector privado y academia.

* Desde los gobiernos locales, impulsar programas sociales que propicien el cambio de actividad. Ofrecer, a quienes desean salir del trabajo sexual, alternativas laborales acorde a sus expectativas.

* La unión de fundaciones, ONG y grupos religiosos podría concretar alianzas con el sector privado para financiar programas de capacitación y becas de estudio.

* Monitorear, desde el Ministerio de Salud, la condición física de estas mujeres, así como promover chequeos frecuentes para el descarte de las enfermedades de transmisión sexual.

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