La nueva presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, inició el domingo su primera jornada al frente de la mayor economía latinoamericana con reuniones internacionales bilaterales luego de una emotiva ceremonia de asunción y despedida a su popular predecesor, Luiz Inacio Lula da Silva.
Rousseff, de 63 años, se reunió este domingo en su despacho del Palacio de Planalto, con el príncipe Felipe de Borbón, el presidente uruguayo José Mujica, y palestino, Mahmud Abas, entre otros dirigentes.
El nuevo ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Antonio Patriota, asumió su cargo este domingo con una rigurosa defensa de la "diplomacia universal" del país, y destacó la importancia de América del Sur para la política exterior de la presidenta.
Patriota, ex vicecanciller y ex embajador en Washington, aseguró que la diplomacia brasileña seguirá apoyada en la defensa del multilateralismo y la oposición a las armas nucleares.
Durante su discurso de investidura, Rousseff, una ex guerrillera durante los años 70 cuando fue presa y torturada por la dictadura (1964-1985), asumió un "compromiso con la erradicación de la pobreza extrema" en Brasil, un flagelo que afecta a 20 millones de personas en un país de poco más de 190 millones de habitantes.
"Aún existe una pobreza que avergüenza a nuestro país", lanzó el sábado ante el Congreso en pleno.
"No voy a descansar mientras haya en Brasil brasileños sin alimentos en su mesa, y niños pobres abandonados a su propia suerte", prometió.
Los diarios destacaron en portada el compromiso asumido por Rousseff y la primera crisis internacional que deberá enfrentar, heredada del gobierno anterior, por la negativa del ex mandatario de extraditar al ex militante de izquierda italiano Cesare Battisti.
Condenado a cuatro cadenas perpetuas en su país en el marco de juicios por asesinatos en la década del 70 cuando militaba en un grupo de extrema izquierda, Battisti está detenido en Brasil y Lula negó el viernes su extradición a Italia.
El ministro italiano de Relaciones Exteriores, Franco Frattini, dijo en declaraciones reproducidas el domingo por el diario italiano Il Corriere della Sera, que Italia estudia la posibilidad de recurrir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya tras la decisión brasileña.
Patriota consideró el domingo que la presencia del embajador italiano Gherardo La Francesca en la investidura de Rousseff fue "una manifestación del deseo de ambos países de proseguir su relación y dar énfasis a las convergencias y a una agenda constructiva".
Lula, ahora ex mandatario de 65 años, que gobernó durante dos períodos consecutivos de cuatro años cada uno, regresó al suburbio obrero industrial de Sao Bernardo do Campo, cerca de Sao Paulo, donde fue recibido con une fiesta organizada por su Partido de los Trabajadores, que fundó en los años 80.
Lula dijo que regresaba a su casa "con la cabeza erguida" y "con la sensación del deber cumplido" y recibió una ovación de los presentes.
Lula le dejó a Rousseff un país con una tasa de crecimiento estimada de 7,6% para el 2010, con millonarias inversiones en camino, grandes descubrimientos de petróleo de costosa y difícil explotación en aguas submarinas, y posicionado como protagonista de todos los foros económicos, políticos y ambientales internacionales.
La flamante presidenta ya ha anunciado que profundizará los planes sociales que permitieron que 29 millones de personas según cifras oficiales, salieran de la pobreza en los últimos ocho años en Brasil.
"El mayor homenaje (a Lula) es ampliar y avanzar las conquistas de su gobierno", dijo Rousseff ante el Parlamento el sábado.
Rousseff, que tomó juramento a sus ministros este sábado, contará con parte del equipo de gobierno de Lula. Ocho ministros de 37 del actual equipo de gobierno fueron reconfirmados en sus cargos y otros tres se mantendrán en el gabinete pero ocupando una función diferente.
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