Seúl (EFE).- Las dos Coreas intercambiaron duras amenazas un día después del ataque norcoreano a la isla surcoreana Yeonpyeong cerca de su tensa frontera marítima en el paralelo 38, que causó cuatro muertos, dos de ellos civiles.
Corea del Sur evalúa su respuesta, sin descartar una "dura represalia" si hay más provocaciones, al tiempo que decidió un incremento de su presencia militar en las islas del Mar Amarillo (Mar Occidental) donde ayer se produjo el intercambio de disparos de artillería entre ambos países vecinos y enemigos desde hace 60 años.
Por su parte, Corea del Norte, que acusa a Seúl de iniciar los disparos que desembocaron en su ataque sin precedentes contra territorio surcoreano, avisó este miércoles a su vecino de que es responsable de llevar a la península "al borde de la guerra".
En medio de una tensa calma, EEUU y Corea del Sur anunciaron hoy maniobras militares en el Mar Amarillo desde este domingo hasta el miércoles con la participación del portaaviones nuclear estadounidense "George Washington".
Los ejercicios militares, que ya estaban planeados, se han anunciado en plena crisis, después de una conversación telefónica entre los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Corea del Sur, Lee Myung-bak, en la que reafirmaron su alianza y condena al ataque norcoreano.
Seúl ha señalado que esas maniobras, que contarán también con al menos cuatro buques de guerra de EEUU, tienen carácter "disuasorio" y "defensivo" para dejar claro que cualquier provocación de Pyongyang tendrá una respuesta contundente.
En julio pasado ambos aliados organizaron ejercicios militares similares que provocaron una respuesta verbal beligerante del régimen comunista de Pyongyang, sin llegar a mayores.
China no ha condenado el ataque de Corea del Norte, del que es su principal aliado, y en ocasiones anteriores ha criticado ese tipo de maniobras cercanas a su costa, por considerar que no ayudan a la paz y la estabilidad en el Este de Asia.
Junto a Japón, Estados Unidos y Corea del Sur pidieron hoy a China que muestre liderazgo para rebajar las tensiones, mientras los tres socios abogan por un frente unido de la comunidad internacional, sin haber anunciado aún posibles medidas en la ONU.
El mundo asiste preocupado a las tensiones en la península coreana, última frontera de la Guerra Fría y una de las zonas más militarizadas del mundo, con más de un millón de soldados norcoreanos, 655.000 surcoreanos y 28.500 estadounidenses.
En Corea del Sur, los habitantes de la isla siguen sufriendo las consecuencias del ataque de ayer, que causó cuatro muertos y 18 heridos, y destruyó una veintena de casas.
Hoy los marines que rastreaban los escombros a los que ha quedado reducida parte de la isla, descubrieron los dos primeros cadáveres de civiles.
Se trata de dos obreros de unos 60 años que trabajaban en la base de Yeonpyeong, la zona más afectada por el ataque y donde ya ayer se registraron las dos bajas militares, a los que hoy se rindió homenaje.
El ministro de Defensa surcoreano, Kim Tae-young, indicó que se aumentará el número de piezas de artillería en la isla Yeonpyeong, así como el alcance y calibre de los obuses, después de que ayer unos 80 proyectiles norcoreanos barrieran la zona en un ataque que Seúl interpreta en clave sucesoria.
El titular de Defensa consideró que Corea del Norte llevó a cabo una maniobra deliberada para apuntalar el liderazgo de Kim Jong-un, hijo menor del dictador norcoreano, Kim Jong-il, aupado como probable sucesor a finales de septiembre pasado.
Corea del Sur anunció este miércoles también la suspensión del envío de ayuda humanitaria prometida a Corea del Norte tras las inundaciones que sufrió en agosto mientras Pyongyang le acusaba de "destruir los programas humanitarios", incluidas las reuniones de familias separadas por la guerra.
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